Yo no me niego a realizar ninguna práctica sexual pues entiendo que mi papel en la dominación es ser el referente y el catalizador de la sumisión de otras personas (hombres y mujeres) y por ello mi deber es explorar con la aprendiz de puta por dónde quiere desarrollarse como sumisa y guiarla en ese proceso obligándola si es preciso a dar los pasos necesarios para llegar a donde ambas queremos llegar: la entrega total. Eso quiere decir que me puedes proponer cualquier cosa y yo la valoraré contigo.
Ni que decir tiene que no juego con animales, cadáveres ni niños. Mis límites están en la más estricta legalidad.
Pero sí tengo una serie de prácticas favoritas o en las que creo que destaco:
Humillación verbal
La humillación verbal no tiene nada que ver con la falta de respeto. Antes al contrario, respeto y valoro mucho la valentía con la que un hombre hecho y derecho descubre a su puta interior y se atreve a sacarla de paseo. Lo valoro mucho más si tengo yo que obligarle a hacerlo.
Me gusta mucho reforzar positivamente todo lo que hacen mis guarras, y por eso les recuerdo constantemente lo zorras que son. Especialmente cuando las meo o me las follo. De hecho, hace poco, en una fiesta de la que hablo aquí, me follé delante de todo el mundo a dania (una de mis perras) con un precioso dildo de color rosa furcia (que no fucsia) que él/ella misma me había regalado. Yo sabía bien que ella estaba muerta de vergüenza así que le estuve diciendo lo guarra que era mientras la obligaba a mirar a todo el mundo que nos observaba.
Me consta que ella disfrutó mucho, especialmente cuando le comentaba que tenía el clítoris totalmente fláccido, una picha pequeña y blanda, una mierdecilla digna de una guarra como ella. Todo esto desde el respeto más absoluto, por supuesto, jejeje.
Otra de mis prácticas más divertidas es la burla. Me encanta ver cómo mis cerdas se excitan y humedecen sus bragas cuando me río de lo pequeña que tienen su titolilla o de sus grititos de dolor cuando las torturo por inútiles.
La humillación verbal también debe hacerse de forma didáctica y totalmente en serio. De hecho, es la práctica con la que someto con más rapidez a mis sumisas. Nada como decirles que la tienen pequeña, que no son capaces de satisfacerme y que, por ello, deben comprender que con ellas jamás tendré sexo, que jamás entrarán en mí, porque mi vagina, poderosa y peluda, está reservada para los machos bien dotados y con aguante. Todas lo comprenden inmediatamente. y lo mejor es cómo se excitan al oírme. Sobre todo, mi marido, que ve crecer sus cuernos mes a mes mientras él no tiene derecho ni a acariciarme la vulva.
Humillación no verbal
Otro de mis juegos favoritos es la humillación no verbal. ¿Que qué es eso de la humillación no verbal? Lo he comentado un poco antes cuando hablaba de la fiesta. Follarme a mi guarra delante de todo el mundo es un modo de humillarla sin hablar. Obligarla a tirar sus calzoncillos y a llevar a diario en su trabajo bragas de putón que ella misma se ha comprado y enviarme una foto con ellas puestas cada mañana es otro ejemplo.
También me gusta mucho que mis sumisas vayan totalmente depiladas excepto el pubis, que me encanta decolorar y dejar muy, muy rubio. Así las convierto en mis rubias tontas.
Nada de barbas. Eso es de machos. Yo no me siento para que me coman el coño encima de una barba ni de broma.
También me gustan los juegos de castidad y dominar sus orgasmos. No pueden correrse sin mi permiso. Mi marido ha estado muchas semanas sin correrse, aceptando esta realidad humillante con placer y sumisión completa.
Nada de hablar sin mi permiso, y menos aún en público. Sacarlas de paseo con una correa de perro (en fiestas del ambiente, se entiende) o mearlas en público como hice una vez en plena playa con dita y dania. Las tumbé en el agua y las meé con placer y con público, pues los mirones no eran precisamente discretos.