Cuando hablamos de feminización, nos referimos a un proceso muy íntimo mediante el cual una Ama obliga a un varón que se convierta poco a poco en una linda mujercita. El supuesto hombre aparentemente se ve forzado a obedecer, por darle placer y agradar a su Ama, pero en realidad lo hace porque en el fondo está deseando que le obliguen a convertirse en un mariquita.
Hay en el fondo de muchos varones una verdadera necesidad de liberar su lado femenino. No hay más que ver cualquier carnaval: la cantidad de hombres que se visten de mujeres. Eso no es una casualidad. No son homosexuales, porque les gustan las mujeres como yo, pero saben que en el fondo son un poco mariquitas. Se trata de hombres que seguramente han tenido deseos casi desde niños, de usar ropa interior femenina, incluso se han puesto bragas en su adolescencia y han fantaseado o incluso en sueños se han visto satisfaciendo sexualmente a un macho. Puede que ya de adultos hasta vean videos porno de sissies o soñando que ellas mismas son las protagonistas de esas aventuras sexuales. De forma consciente o inconsciente, desean ser usadas como objetos, como mariquitas, como sumisas sexuales. Eso les da placer y a la vez les resulta vergonzoso y humillante.
Por eso, la feminización no consiste en transformar a estas chicas en mujeres “normales”. No se trata de convertir a un mariquita en una madre ejemplar o una ejecutiva modélica… No. Se trata de transformar al falso varón en una nena hípersexualizada, en un objeto sexual. En este sentido, me gusta desarrollar en el mariquita dos facetas. Por un lado, la niña sumisa e indefensa. Por otro lado, puedo transformar al mariquita en una verdadera puta insaciable y salida. En ambos casos, debe convertirse en una mujercita sumisa, una presa apetecible y esclavizada, obligada a servir a una Ama como yo o a un macho que no le haga ascos a nada y disfrute recibiendo placer y humillando a una mariquita travestida.
Me gusta mucho rodearme de pequeñas putitas a las que humillar, travestir, maquillar… Me resulta muy agradable y me excita a la vez. Así que si eres una mariquita sumisa, debes saber que me encantará obligarte a aprender a caminar con tacones, como una verdadera fémina. Es fácil. Mi maridita, por ejemplo, ya lo hace muy bien y mi nueva putita (lolita) también aprendió enseguida, demostrándome que lleva una verdadera mujercita dentro. Y es que enseguida se nota si el falso varón lleva una mariquita dentro por las ganas que pone en comportarse como una mujer. Se ve que es una necesidad que tienen que yo, simplemente, me veo obligada (con mucho dolor por mi parte, jejeje) a satisfacer. También les enseño a sentarse y a mover las muñecas y los brazos como una mujer. Las pelucas son muy importantes, porque con ellas puestas, acaba aflorando la verdadera alma femenina de estos hombrecitos… Me gustan mucho las rubias e incluso mi maridita siempre lleva su pubis teñido de rubio para satisfacerme. Pendientes y maquillaje son muy importantes también y aunque a algunas mariquitas les gusta cubrir su cara con una máscara completamente a las dos nos gusta saber que debajo va maquillada. Bragas de encaje, medias de rejilla, ligueros, sujetadores… Me encanta que haya todo eso debajo de la faldita o del vestido de puta, pero no le hago ascos a unas braguitas caladitas de algodón con su camiseta a juego. Es más, me encanta.
Una de las experiencias que realizo a menudo con más placer consiste en vestir a mi maridita con su uniforme de colegiala, con su faldita plisada, su camisita, sus braguitas y todo. La obligo a tumbarse en la cama de lado y yo me tumbo detrás de ella y meto mi mano por debajo de su falda para toquetearla. Ella se resiste un poquito porque se quiere siempre hacer la estrecha, pero yo la conozco muy bien y en cuanto meto la mano por debajo de la falda y le aparto las bragas, está empapada. Acaricio y manoseo su pubis rubio y su cosita, pequeña pero encantadora. Ella acaba dejándose hacer, bien sumisa. Ya completamente entregada y sometida, la humillo verbalmente, demostrándole lo guarra que es y lo húmeda que está (a ella esto le encanta) y luego sigo el juego de diferentes maneras. La última vez me la follé con ganas y le pegué un poquito también, porque hay que dejar claro quién manda en casa y ese quién soy Yo.
Porque hay que añadir aquí que el castigo y los azotes suelen ser un complemento muy apreciado de mis juegos, porque la mariquita sabe que lo que desea y lo que hace es vergonzoso, sabe perfectamente que es una niña sucia y que por eso debe ser castigada sin miramientos. Tambíen he obligado a muchas mariquitas a comer pollas de verdad, pero de esto hablaremos en otra entrada. Pero la guinda del juego, lógicamente, es la sodomización. Esto último, ya sabes que me da tanto placer que yo me corro también gracias a mi magnífica doble polla.
Estas experiencias, estos jueguecitos inocentes, nos traen la oportunidad de vivir sin riesgo (a veces de revivir sin riesgo ninguno), sin temor a levantar la costra y abrir la herida, fantasías y deseos infantiles y juveniles inconfesables.
Se trata de jugar, de disfrutar como niñas, del modo más inocente, sabiendo que se está en muy buenas manos, que nada malo va a pasar estando conmigo y que además a mí me gusta (me gusta mucho), que seáis así: cuanto más perras con y más femeninas, mejor. Así que no me voy a reír de ti si ello no te agrada (hay nenas a las que sí les gusta esa humillación añadida) y te voy a llevar al abismo al que tú misma quieres llegar. A mí también me encantará, pero disfrutando las dos, sin juzgar, sin consecuencias, solo por el placer de paladear este secreto tan oculto, tan sencillo, tan bonito y que, desgraciadamente, no puedes disfrutar en público. ¿O no es así?
La verdad es que me siento una privilegiada al poder compartir y vivir esas experiencias con nenitas diferentes, porque es algo que disfruto plenamente. Me encanta feminizar mariquitas. Me encanta vivirlo, me encanta sacar la puta que llevas dentro y me encanta compartir ese placer contigo. Así que todas tan contentas…