Hace poco sesioné con una gran dama del BDSM y su maravillosa sumisa en mi casa de Santa Cruz de Tenerife. Durante esa sesión de la que hablaré en otra entrada del blog, mi amiga Dómina sacó un maravilloso tawse y yo me quedé enamoradísima de él. El tawse es un instrumento que se usaba en las escuelas del Reino Unido para disciplinar a los alumnos. En cuanto acabé la sesión, me faltó tiempo para llamar a mi maridito y pedirle que me comprase uno. él/ella perdió el culo (como siempre) para agradarme y en su siguiente visita a la isla me lo trajo.
Mi tawse es magnífico. Una banda de cuero rígida muy bien trabajada, como un buen cinturón que se abre en dos lenguas que muerden la piel. Según me ha dicho mi maridito su mordisco resulta fresco y punzante a la vez. Golpeando con ligereza me permite administrar un castigo alegre y picante; y si quiero luego castigar en serio, puedo hacerlo golpeando con vigor (como le gusta a la perra de mi marido), hasta convertirlo en un instrumento temible. Por tanto, el tawse es versátil y me sirve tanto para calentar el culo de la sumisa como para castigarla con energía si se ha portado mal. Y encima, hace juego con mi alfombra de piel de vaca. Ideal. Creo que es el instrumento de tortura que más me gusta de los que tengo ahora.
Así que nuestra siguiente sesión tuvo como protagonista a mi nuevo látigo (por llamarlo de alguna manera). Durante la sesión azoté, con ganas, su culito blanquito y sin un gramo de grasa. Le había obligado a vestir uniforme de colegiala con su faldita plisadita, su camisetita y sus braguitas de puta. Me encanta meterle mano por debajo de la falda, apartar las braguitas y toquetear su sexo. A veces se resiste, pero sé que lo hace para hacerme feliz. En realidad lo está deseando. Es mucho más puta de lo que nadie se puede imaginar…
En fin, el caso es qué la puse sobre mis rodillas, como la niña traviesa que es, le levante la falda, le baje las bragas rositas hasta medio muslo y empecé a azotarla con la mano. Ella sabe que me gusta que cuente los golpes y me los agradezca: “uno, gracias, Señora; dos, gracias, Señora…” Esas cosas. Me gusta golpearle ambos cachetes de su sucio culo de puta: primero uno y luego el otro. Pero el golpe en el cachete izquierdo y el posterior en el cachete derecho cuentan como un solo golpe, así que la puta tiene que decir “uno, gracias, Señora” cuando le doy en el cachete izquierdo y otra vez “uno, gracias, Señora” cuando le golpeó el cachete del lado y así sucesivamente. Como es una niña muy obediente y a pesar de que le pegaba muy fuerte, no uso la palabra de seguridad ningún momento. De hecho, cuando empecé a darle con ganas con mi nuevo látigo, le faltó tiempo para empezar a frotar su cosita contra mi muslo.
Estaba mojadídima como la puta que es.
Enseguida me di cuenta de que lo que más le gustaba no era frotarse contra mi muslo, sino que le pegase con fuerza en el culo con el tawse y claro, a mí hay pocas cosas que me gusten más que ver una perra, retorciéndose de dolor y placer bajo mi mano, mi látigo, mi fusta o mi nuevo maravilloso Tauste..
No sé qué me excita más si verla retorcerse, si verla apartarse involuntariamente bajo la fuerza de mi mano o sencillamente ser cruel con ella… Porque, seamos sinceras, no se lo merece: es tan buena y obediente que cuanto más buena y obediente es, más ganas me dan de pegarla (jajaja).
Así que estuve dándole cada vez más fuerte y cuanto más fuerte le daba, más se excitaba ella. Yo lo sabía porque notaba su cosita empapada contra mi muslo. Cada vez estaba yo también más excitada. Le negué el orgasmo un par de veces y lo que hice fue acariciarle su cosita, como si fuese un clítoris con movimientos dulces y circulares justo debajo del glande.
Y aprovechando que justo el día anterior había venido a follar conmigo un estupendo macho del que hablaré en otro post y me había estado acariciando el clítoris a mí así, decidí que tenía ganas de ser un poquito más cruel y acariciarle el clítoris a mi maridita como si fuese una putita, recordándole que así había sido como me había acariciado mi macho la noche anterior. Pocas cosas me excitan tanto como humillar a mi marido (bueno, a cualquier hombre en realidad… hombre o lo que sea que se pone mis pies).
Al final quise reírme de ella y ver cómo se corría mientras yo la pegaba con mi towse y conseguí que eyaculase sin estridencias ni tonterías, en la palma de mi mano y sin manchar absolutamente nada, porque lo que quería es que luego lo lamiese de mi mano como la guarra que es.
Ella es muy puta y yo soy muy mala…, y así todas muy muy contentas y muy muy satisfechas. Esto es lo que hace que un matrimonio sea firme y la relación no peligre. ¿Verdad, cariño?