Este fin de semana hemos viajado a Madrid. No he tenido ocasión de ver a ninguno de mis sumisos, pero sí he podido disfrutar de un rato muy agradable en una tienda ideal que hay en la calle Isabel la Católica.
Fetiche
En esta ocasión, por diferentes cuestiones, apenas tuve tiempo de disfrutar de la capital, quise pasar por una tienda muy especial. Se trata de Fetiche BDSM and FETISH Shop. Estaba Mey, un cielo que conoce muy bien su oficio y a quien le faltó tiempo para calarme. Me informó también de que el dueño de la tienda, David, tiene un local muy interesante en Madrid, Inklub. Desde luego, lo visitaré en mi próxima visita e iré acompañada de uno o más sumisos.
El local parece pequeño desde fuera, pero en realidad es más grande. Tiene de todo: zapatos, ropa de todo tipo, accesorios para bondage… Me encantó el sótano: es el típico de ladrillo visto de los edificios del siglo XIX del centro de Madrid, lo que le da un aire dude mazmorra muy interesante.
La humillación de mi marido
Cuando me enseñó estas bragas tan ideales con su liguerito a juego, no me pude resistir a humillar a mi sumiso marido. Como sabéis, la feminización es una de mis actividades favoritas y es raro el sumiso que no quiere convertirse en una puta y vestirse como tal. Mi marido tiene que aceptar esta humillación le guste o no (que a ella le encanta). Así que no pierdo nunca la ocasión de humillarle. Como también es muy puta -mi cornudo marido, se entiende- sabía que le gustaría mucho mi regalo (aunque pagase él) y humillarle públicamente.
Yo quería que mi dita se desnudase en mitad de la tienda, pero (lógicamente) no pudo ser. Así que se probó las bragas y el liguero en el probador, pero yo dejé la puerta abierta para jugar con su vergüenza.
-Mira cómo se ha puesto esta puta -le dije a Mey riendo y señalándole a mi marido.
Mey es súper discreta y también sabe ser muy cómplice.
-Si, sí, jajaja. Se le ha puesto de punta -dijo ella.
Entre las dos nos reímos de la erección que tenía el cornudo debajo de sus braguitas rosas, así que no tuve más remedio que comprárselas junto con las pezoneras de vinilo que Mey me ofreció. Suerte que estuvimos poco rato, porque si no me arruino (o arruino a mi esposo, que es quien paga).
Me quedé con las ganas de ver a mi nuevo juguetito, pero estoy segura de que muy pronto vamos a pasar un buen rato juntos. Por cierto, juguetito, aún me debes una entrada en este blog sobre la última vez que nos vimos. Lo pasamos genial. No hace falta una mazmorra para disfrutar, ¿verdad?
La gorra de mala
Una de las cosas que me llevé de la tienda fue una gorra de ser mala. Es una gorra de estética militar, lo que permite dar a las escenas un toque sádico que me apetece disfrutar.
dita llevó las bragas, el liguero y las pezoneras durante las seis horas en que estuvo conduciendo hasta casa. Yo mientras iba maquinando lo que iba a hacerle por la noche. Pero eso lo contaré en la próxima entrada…